El fin de tu negocio se ha desvirtuado, a tal punto, que persigues el dinero en lugar de solucionar.
Te centras en el crecimiento y mides tu éxito con los ingresos; olvidando que las ventas son tan solo una respuesta.
Las visiones y misiones de los hombres de negocios pasaron a ser un papel ridículo que solo decora las oficinas de las grandes corporaciones.
Y esto se debe a que el consumismo del que somos víctimas hasta los pequeños emprendedores, te enseña a que sin grandes ventas no hay un buen negocio.
Si no puedes vender lo suficiente para darte una vida de “hombre exitoso” entonces, eres uno fracasado, obligándote a sacar desde “algún lugar” todos tus gastos innecesarios, indispensables para aparentar la vida de tu referente.
Con este círculo vicioso, ya no importa el objetivo, lo que te valida es el dinero en caja. Sin embargo, hasta que no te das cuenta del juego pendejo, no retrocedes para cuestionarlo y revelar la esencia del progreso.
Ser un mejor hombre que ayer. Y la forma genuina de hacerlo es siguiendo el objetivo de cualquier producto comercial.
Tu cliente tiene un problema, tú con tus habilidades y talentos, ayudas a solucionarlo del mejor modo.
Y en el proceso, como creador de la solución recibes una recompensa, simple, ¿verdad?
Aunque lo que diferencia la fórmula, es el objetivo, en lugar de perseguir el dinero como recompensa, tu foco es tu cliente como usuario y poseedor del problema, carga y necesidad.
Entonces, si cambias el objetivo, mejorarás la ayuda y atraerás clientes geniales con los que disfrutarás del recorrido, y al final, no solo tendrás mejores rendimientos económicos, sino que podrás hacer de tu trabajo tu verdadera pasión.
Por eso dicen; ayuda a la gente a resolver problemas y el dinero te perseguirá.
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