Cuando no distingues el verdadero valor, lo que sea que elijas, te hará torpe, pesado y lento.
Tu atención es la moneda de cambio de este mundo efímero, en donde todo vale a cambio de un clic en lo que «creas más importante».
Si algo positivo nos deja esta mala racha, es que jugamos al capitalismo salvaje, un consumismo que no le importa quién vive o quién muere con tal de vender algo.
Y está claro, necesitas fichas para jugar, y poder para pasar al siguiente nivel, sin embargo, ¿cuál es el final?, ¿en dónde terminan tus horas de atender mensajes, marcas, productos y servicios inútiles?
Cada año te comparto esta pequeña dosis crítica, porque para mí la Navidad es otro producto más, un producto fantástico en donde lo importante no es ser o hacer a otro especial, si no más bien, tu capacidad de gastar en fichas pesadas.
Intenta pasar esta festividad sin un centavo y entenderás a qué me refiero, ya no importa el verdadero valor de compartir juntos una experiencia sencilla, solo vale, lo que indica cuántas fichas vale.
En realidad, no fuiste quien nació al siguiente día, y tampoco elegiste celebrarlo, simplemente entregas tu atención al mejor postor, esperando un reconocimiento pendejo para alimentar tu ego.
Y al final, se te olvida, que lo más importante no depende de una sola elección, lo que te hará un mejor hombre va de varios pequeños pasos y selecciones previas, que sumadas en el tiempo determinan tu valía.
Una marca personal no se hace en un día, una relación gratificante tampoco, y tener una vida significativa menos.
Entonces, recuerda y ten esto presente siempre, para dar valor, primero tienes que tenerlo, para iluminar, primero debes brillar.
Así que, centra tu atención en el valor intrínseco que das y verás, como lo que viene de vuelta no es ni será un paquete de fichas.
Un fuerte abrazo, y gracias por continuar conmigo en este recorrido.
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