Los resultados «extraordinarios» son de aquellos que son disciplinados, obstinados, apasionados y disruptivos.
En el vertiginoso ritmo de tu vida cotidiana, puede ser fácil caer en la competencia por ser el mejor, el más rápido o el más eficiente.
Pero no olvides: el verdadero valor de un hombre no reside en glorias efímeras, sino en la incansable travesía hacia tu autotrascendencia.
Este video es un recordatorio para que reconozcas que eres tu propio competidor y reflexiones sobre cómo el verdadero progreso es personal, no se define por la aprobación de los demás, sino por tu propia satisfacción interna.
Como dijo Friedrich Nietzsche: “El hombre que tiene un porqué para vivir puede soportar casi cualquier cómo”.
¿Realmente progresas?
Un hombre inteligente es resolutivo y poco «o nada» le importa lo que los demás esperan de él, aunque te haga creer que sí.
Por eso, investiga, lee, estudia, abre tu mente y crea tu propia definición de “progreso”. Recuerda, el desafío es contigo mismo, y antes de amar la meta, enamórate del proceso.
Rompe tus objetivos en pequeñas tareas diarias, sin distracciones innecesarias (ya no eres un adolescente). Revísalas y ejecútalas todos los días.
Olvídate de la perfección. el hombre perfecto es imperfecto; lo emocionante está en lo impredecible y nadie desea saber lo que ya sabe.
Entonces, si en lugar de buscar la perfección para evolucionar, te centras en armar los ladrillos que construirán tu castillo…
Verás que avanzar es más productivo que perfeccionar. Con el tiempo, mejorarás tu versión anterior, porque el verdadero efecto después del esfuerzo será progresar.
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