Ser un hombre de acción hará que las cosas sucedan, aunque no siempre valdrá la pena.
Desde una compra (innecesaria) pasando por tareas inútiles hasta ser impulsivo con tus decisiones, te hará frágil e incompetente.
Te agitas tanto con este mensaje repetitivo —y con sentido de pasar a la acción, escuchas todo el tiempo: no sirven ideas y estrategias sin acciones, y te vas como loco de la idea a la faena.
¡Es una realidad!, hacer que las cosas sucedan precisa de voluntad y movimiento, sin embargo, eso no quiere decir que debas accionar enceguecido.
Lo valioso puede nacer de cualquier acción, sin embargo, cualquier acción no desemboca algo valioso.
Y es que hay momentos en los que la mejor tarea es la que no hiciste. Por eso, la procrastinación selectiva, y sobre todo, creativa, puede ser clave para elegir y decidir mejor.
Por ejemplo, cuando quieres comprar algo y lo dejas en el carrito de compras, para volver en un mes y pagarlo (si es que valía la pena).
Un cambio «creativo» en tu negocio que aplicas sin decir nada, ni anunciarlo, y esperas a tu propia asimilación durante una o dos semanas. (Hago mucho esto)
Tomarte unos días de desconexión y cambio de entorno antes de ese gran paso en tu negocio. En cualquier caso, puede que el riesgo de una mala decisión sea subjetivo y lo reduzcas solo un poco en cuanto a porcentajes.
Sin embargo, ejecutar esa acción te hará sentir más seguro porque habrás superado el reto de un impulso peligroso.
Porque aunque reflexionar mejor tus acciones, no elimina tus deseos ni malas decisiones, sí que te vuelve un hombre menos atarantado.
Y eso, traducido en tus ideas, marcas y productos, te hace más prudente, menos dramático, ¿y por qué no?; un hombre más inteligente.
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