La mente de un hombre fuerte, masculino e inteligente, puede involucionar por vehemente.
Es triste presenciar, como el hombre contemporáneo se vuelve sordo a su naturaleza, a sus deseos, máxime, a su potencial.
El trabajo excesivo, los planes inconclusos, los sueños frustrados y los proyectos mutilados, porque su mente no para de decaer y divagar.
En su mayoría, estupideces, resultantes de voces frágiles, llenas de odio, resentimiento, ignorantes y feministas metidas en su cabeza.
Por eso, no eres el hombre que viniste a ser, no eres el hombre que podrías ser, no eres el hombre que te hubiera gustado ser.
En parte, por tus malas elecciones y decisiones, y otra, por esas voces que te gritan todo el tiempo, lo insuficiente que eres para ser ese hombre.
El entorno moldea el hombre que somos, en especial, cuando somos tipos frágiles y sin criterio, cuando no tenemos los huevos de determinar nuestro destino, así ganemos o fallemos.
Para dejar de ser el hombre que otros esperan o esperaban para ellos, primero, apaga esas voces en tu cabeza.
Voces que son fáciles de identificar en los medios que consumes, las noticias que lees, los amigos que tienes y las personas que te rodean.
Voces que te gritan, que no eres bueno para nada en general, o peor, que apenas sirves para una función en particular.
Piensa que si eres bueno únicamente en «la etiqueta profesional» que hayas elegido, ¡será un pajazo mental!
El desafío es ser un verdadero hombre. Cuando la potencia viene de adentro hacia afuera, es difícil de detener, y es lo que realmente te disparará.
Por eso, cambia las voces que te influencian, si además de ti, hay más hombres mostrándote lo que puedes lograr, puede que te sientas más seguro y te avientes a un futuro más emocionante.
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