El hombre perfecto es imperfecto, aunque no lo confundas con defectuoso, sumiso e inepto.
Esta nueva ola de hombres cristalizados, puede llevarte hasta el fondo de tu más profunda mediocridad.
Solemos confundir; aceptar tu vulnerabilidad con abrazar la mediocridad, o cuestionar tu masculinidad con odiar tu naturaleza.
Si bien, sumergirte en el pensamiento del macho perfecto, sobrado y sabelotodo, también puede hundirte.
Rechazar tu naturaleza es renegar de ti mismo, y si le sumas, la sensación constante de no ser suficiente, se vuelve la fórmula perfecta para el fracaso.
Dicho de otro modo; si te ves perfecto, aún siendo un hombre imperfecto, aprenderás a caminar, con tu «supuesta» carga negativa, porque quizá, lo que otros ven como defecto, en realidad no lo es.
Mejor verte como un hombre apto; con actitudes, habilidades, activos y defectos listos para ser explotados, almacenados o desechados.
Asumimos «erradamente» que aquello que otros o nosotros mismos consideramos positivo, está listo para usarse, y no siempre es así.
Por ejemplo, sí soy un tipo corpulento, de buena contextura, «preparado» para una tarea de alto rendimiento, pero estoy obeso, probablemente, esa ventaja competitiva física con la que estoy dotado no me sirva de mucho.
Quizás, este activo meramente físico precise de alimentación saludable y buen ejercicio para explotar su potencial, ¿verdad?
Así, llévalo a tu desarrollo personal y profesional; piensa que aunque estamos «predispuestos» a ciertas ventajas y desventajas, es nuestra acción (o inacción) la que marcará la diferencia entre un hombre inepto y uno apto para luchar.
Por eso, en lugar de verte incompleto para justificar tu pereza, busca en lo que eres más idóneo para diferenciarte del tipo holgazán.
Nunca abraces tu imperfección para conformarte con la mediocridad, pues no te llevará a ningún lado más allá de donde ya estás, y no quieres estar.
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