Es mejor fracasar con tu propia creación que ser un hombre exitoso con la falsificación.
Cuando creas tus productos, diseñas soluciones, o simplemente emprendes un pequeño negocio independiente.
Lo primero que se te viene a la mente; es cómo lo hizo aquel tipo, en otras palabras, quieres hacer lo mismo que tus referentes.
Y no es que esté mal en sí mismo «emular» a tus héroes, la cuestión va de que tanto tu nivel de conciencia te permite ver los desafíos que ha pasado ese hombre de negocios para llegar al punto que admiras.
Porque es genial seguir a otro más avanzado que tú, en teoría, puede darte una idea de hacia donde quieres llegar, y sobre todo, el recorrido que quieres emprender, el problema radica en desconocer su viaje real.
Y entonces no sabes, si admiras su poder, posición y resultado actual, ¿o te gustaría vivir el recorrido que él siguió?
Porque a la mayoría de los hombres de negocios (no todos) que encuentras por allí les sobra energía para hablarte de sus aciertos, y de lo inteligentes que fueron para lograr su éxito.
Sin embargo, estos mismos hombres hacen poco énfasis en sus desaciertos y secretos, y es allí en donde aumenta el peso de ser el tipo original.
En esas tareas, fallas, creaciones, y pequeñas invenciones que desconoces, para llegar a ese resultado, que ahora te parece genial y quieres alcanzar.
Hombre, no todo se trata de dinero, es bastante raro ver a un falsificador triunfar, y no desestimo algunas excepciones, solo que el peso del original, te da el valor de los hombres de verdad.
Y es en esa originalidad que reposa la satisfacción de un hombre más avanzado, pues triunfar en la imitación, nada más te da la certificación de tu desidia y poca imaginación.
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