El dinero de cualquier hombre es efímero, y en medio del consumismo; los juguetes son pasajeros.
Comprar esto o aquello, más allá de lo necesario para mantener una calidad de vida significativa, puede resultarte en más cargas que alivios.
Sin embargo, hay algo que tienes que no usas suficiente y que sí que puede llevarte a niveles inalcanzables de satisfacción.
Y es tan básico que siquiera lo tienes en cuenta para impactar en tu entorno, y eres tú mismo.
Creer, potenciar y sacar lo mejor de ti, así te suene a cliché, es el arma más poderosa de un hombre.
Lo que pasa, es que prefieres sumergirte en el consumo de cosas inútiles en lugar de invertir ese tiempo en ti, ¿sabes por qué?
Porque quejarte es más fácil que asumir el compromiso de tus acciones, preocuparte y opinar sobre los demás, es más simple que trabajar tu mentalidad para avanzar y mejorar tú, y así ayudar a otros si es lo que quieres para dar significado a tu vida.
Verte como un mártir de las circunstancias te disculpa para ser un tipo promedio. ¿Por qué supones que ha calado tanto en la sociedad contemporánea esta masculinidad fragilizada?
Porque es más fácil ser perdedor que nadar a contracorriente por tus sueños, pasiones y ambiciones, es más cómodo no responsabilizarte.
De eso se ha tratado siempre; de másteres y esclavos, de pastores y borregos, de caciques e indios.
Y no es que esté mal un rol u otro, siempre y cuando estés conforme con tu vida, esfuerzo y resultado. Solo que las estadísticas muestran lo contrario, e incomodarte para avanzar también es una opción válida.
Entonces, y si es que quieres tener, y sobre todo, ser un hombre más significativo, saca partido del ADN que tienes, pues en realidad, es lo único que tienes.
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