Los hombres que reconocen y se permiten estar equivocados consiguen más sus objetivos.
Puedo estar equivocado en muchas cosas; soy un hombre individualista. Creo firmemente que tus habilidades pueden cambiar todo tu mundo, si así te lo propones.
Por otro lado, puedo ser un poco autoritario, en ciertos aspectos de la sociedad mantengo posturas conservadoras, mientras que en negocios y economía, me inclino más hacia el capitalismo y la libertad de mercado.
Diversidad de perspectivas
A pesar de mi firmeza en mis creencias, reconozco que no poseo la verdad absoluta y que mi posición no necesariamente debe ser la tuya.
Como sabes, no me identifico con movimientos progresistas, comunistas, ni woke, ni con ningún tipo de activismo que, a mi parecer, se apoye en el refugio de ‘eruditos’ irracionales para fundamentar su razón, basada en relativismos.
Tolerancia real versus proclamada
Me considero más tolerante que aquellos que abiertamente promueven serlo. Lo que te comparto en cada episodio, artículo o correo podría parecer el modo correcto, pero es simplemente mi modo.
Si esto te sirve para avanzar y potenciarte como hombre, excelente; de lo contrario, puedes descartarlo como harías con cualquier otro enfoque que no resuene contigo.
Pensamientos y caminos distintos
Ahora, si decides pasar de mis mensajes y reflexiones, eso no implica que tu modo de ver las cosas sea el correcto o que yo sea menos que tú por no compartir tu visión utópica del mundo.
Solo significa que pensamos diferente y que, probablemente, cada uno prospere siguiendo caminos distintos.
El permiso para equivocarse
El verdadero tema aquí no es cuántas veces me equivoco, ni cuán radical o relativista soy en diferentes aspectos candentes de nuestra sociedad o masculinidad, ni si cumplo con las expectativas de los demás.
Lo esencial es reconocer cuándo estás en lo correcto y cuándo no. La clave radica en saber cuándo puedes estar equivocado.
La libertad de fallar
El elemento que cambia todo es si te das permiso para equivocarte. Aunque pueda parecer confuso y de poca importancia, un hombre que se permite fallar puede adaptarse mejor a los fracasos, aprovechar sus logros y, sobre todo, fortalecerse cuando reconoce sus errores y lo intenta de nuevo.
Darte libertad para fallar te vuelve un tipo más arriesgado, menos miedoso y un hombre con más y mejor liderazgo.
Por eso, en la búsqueda de tus objetivos y la construcción de un legado masculino, el hombre que se permite errar no solo se libera de las cadenas del perfeccionismo, sino que también se fortalece con cada caída.
Este es el verdadero testamento del hombre antifrágil: que, además de sobrevivir a los contratiempos, prospera a través de ellos.
Tu permiso para equivocarte no es una licencia para volverte un tipo fracasado, sino un pase para liberarte y aspirar a una grandeza inesperada. Así que, date el permiso para los desaciertos, y obtendrás mejores aciertos.
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