Nos pensamos hombres sobresalientes, cuando solo estamos ocupados rindiendo como adolescentes.
El ritmo cotidiano «sin detenerte a valorar» si lo que haces y construyes tiene y tendrá significado, te vuelve un proyecto fallido.
Con el pasar del tiempo, las metas que te trazaste y que valorabas con pasión van perdiendo sentido.
Esos objetivos materiales por los que tanto luchaste, al alcanzarlos, te das cuenta de que no eran tan significativos y a los pocos meses pasan al olvido.
Incluso, propósitos que siempre tienes en la categoría “pendientes” dejan de interesarte.
La cuestión no es que los objetos, planes y juguetes pierdan significado, el meollo es que los sigas manteniendo en tu proyecto personal sin darte, ni darle valor a alguien más.
El problema no es que todo pierda sentido, el desafío es que cuando te aferras a esos planes, fines, negocios y personas, tu proyecto de vida se vuelve irrelevante.
Y como resultado, ante el espejo de tu autoevaluación; te vuelves un hombre insignificante.
Entonces, en lugar de continuar con esas tareas pendientes, elimínalas de tu proyecto de vida, si no fueron relevantes antes, no se volverán después.
Y si lo hacen, será momento de volverlas una prioridad, mientras tanto, cuando restas irrelevancia a tu desarrollo personal y profesional, por defecto, tu proyecto se torna más valioso, simple y significativo.
Revelándote, cuáles desafíos, emprendimientos, acuerdos, deseos y personas, vale la pena dejar entrar nuevamente, no sea, que el ciclo continúe y rápidamente se vuelvan irrelevantes.
Si interiorizas que así como eres un hombre que se va haciendo maduro, tus prioridades cambian; podrás soltarlas en el momento oportuno, dándote más libertad y energía para tareas que ahora son importantes.
En otras palabras, si dejas de aferrarte a lo insignificante, podrás encaminarte, rediseñarte y alejarte de ser y tener un proyecto irrelevante.
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