No siempre se trata de lo que creas, sino de su idoneidad, y pocos te lo dicen para no incomodarte.
Más difícil que descubrir para lo que eres bueno, es aceptar y reconocer que eres un hombre promedio en lo que sabes.
Y claro, cómo decirte a ti mismo que en realidad, haces «regular» eso que llevas haciendo décadas.
Las tecnologías evolucionan y pocas disciplinas salen ilesas de estos avances, y si no te actualizas al mismo ritmo, en algún momento te quedas caduco, ¡es lógico!
Y actualizarte no solo implica estar al día con tu sector «que también» sino con las habilidades requeridas para las versiones actuales de tu producto.
Considerarte un hombre mediocre siempre se ve como una debilidad en los emprendimientos, pareciera que tuvieras que ser perfecto o solo tener fortalezas.
Es más, hay quienes construyen negocios que requieren habilidades en las que son hombres ordinarios.
Y no quiero decir que esté mal mejorar en lo que eres débil, sin embargo, es mejor aceptar lo negativo y crear soluciones sobre lo positivo.
Es más eficiente y gratificante construir tus proyectos sobre tus puntos fuertes, en lugar de desgastarte tratando de sobresalir con habilidades que no están en tu ADN.
Y para conseguirlo, debes diferenciar «experiencia de competencia», que tengas décadas haciendo negocios presenciales no te convierte en un experto en su versión digital. Se necesitan habilidades distintas.
Y así como puede que esas nuevas habilidades estén alineadas con tus fortalezas, puede que no y es cuando debes decidir:
- Conformarte para desaparecer lentamente
- Vender, asociarte o delegar tus debilidades
- Rediseñarte para seguir en el ruedo
En cualquier caso, si tu ego te enceguece haciéndote pensar que pericia mata innovación, estarás construyendo sobre pajazos mentales, porque hasta la experiencia más fuerte desaparece cuando tu cliente necesita lo que desconoces.
Deja un comentario