Las posesiones para un hombre valen más o menos su ego, y dependen de su conciencia e interpretación.
Aunque busques justificarlo, las cosas físicas no tienen más valor que el que tu mismo le atribuyes.
Es decir, puede que te haya costado algo de dinero, ese no es el problema, la cuestión es que luego le asignas valores que solo están en tu mente.
Valor que puedes usar para validar tu ego masculino, para restituir el poder que encuentras perdido en otros aspectos «débiles» de tu vida.
O en el peor de los casos, vacíos que buscas completar con juguetes, porque bueno, así se los puedes mostrar a tus amigos y no sentirte tonto por su compra y posterior frustración.
Estos “valores farsantes”, también llamados sentimentales, están únicamente en tu nivel de conciencia, y aunque verbalizarlo en sí mismo podría ser suficiente para desprenderte y seguir volando.
Te aferras a ellos para conservarlos en el arsenal de cosas inútiles que coleccionas, guardando y acumulando como si cada objeto contuviera “algo” que vive exclusivamente en tu cabeza.
Esta farsa del valor, también puede ocurrirte porque crees que perderás recuerdos asociados a los objetos, lo que solo le suma más drama a tu apego, porque los recuerdos seguirán en tu mente con o sin ese juguete.
Por eso, afronta tu ego y despréndete de ese valor farsante, recrea tus recuerdos, imagínalos, visualízalos y al final, si quieres, hazles una foto y deshazte de ellos.
Si piensas que aún conservan algún valor material, económico o funcional para alguien más, devuélvelos, véndelos o dónalos.
Así dejarás de usar la nostalgia como un pretexto para seguir amontonando lo que, en realidad, te vuelve un hombre lento.
Luego verás que obtendrás una sensación de libertad que te permitirá caminar más liviano, y te devolverá tu auténtica libertad.
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