Tu impacto inmaterial forma parte de tu aporte positivo como hombre privilegiado.
Ayudar, servir y transformar a los que te acompañan en tu viaje, suele ser un objetivo loable del hombre contemporáneo.
Ayudar, porque con tu tiempo, servicios, negocios y productos, no haces otra cosa más que solucionar y ayudar a otros con sus necesidades y dificultades.
Servir, porque con tus conocimientos sirves a tu familia, pareja, hijos, e incluso comunidad—si forma parte de tus objetivos.
Y lo más importante, impactar a los que te rodean, entre ellos, los mismos que ayudas y sirves, pues de lo contrario, ¿de qué se trataría el beneficio de interactuar contigo sin favorecer tu entorno?
En cualquier alternativa, estás en la condición de ser un hombre inteligente, privilegiado, y con las capacidades para dejar las cosas mejor que como las encontraste.
Sin embargo, ¿cómo hacerlo sin materia prima?, ¿cómo ayudar a otros cuando no tienes ideas?, ¿cómo servir a los que amas si no tienes amor?, ¿cómo transformar a los demás si te paralizaste en una versión antigua de ti mismo?
Por eso, antes de apoyar a los demás, piensa, ¿cuál es tu condición actual?, ¿estás en posición de ayudar o eres quien precisa de ayuda?, ¿tu nivel de conciencia no te permite ver tus privilegios?
Siendo así, altera tu posición por la de un hombre inspirador, aportador y referente de tu entorno, date a la tarea de identificar tus puntos fuertes y entonces sí, ve por tu misión.
De lo contrario, estarás desempeñando un papel masculino deprimente e insignificante que pocos querrán contratar, compartir y seguir.
Porque si ahora eres un hombre frágil y debilitado por una cultura pop que te ha hecho creer que ya no eres necesario, nadie (más que tú) podrá alterar tu condición para dejar la huella correcta.
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