No esperes fuego, demonios y tipos buscando huir, la penitencia de un hombre se disfraza de felicidad.
El abismo de un hombre contemporáneo se conecta con su capacidad de ser autosuficiente, sus habilidades para jugar en el sistema capitalista.
Y en su valía para afrontar los desafíos actuales con las armas precisas en los entornos hostiles.
El infierno es no ser suficiente, no enlazar, no liderar y gestionar tu propia vida, y en consecuencia, no ser bueno siendo un hombre.
Entonces, este infierno, como me gusta llamarlo, es la narrativa común de los medios manipulados, haciéndote pensar que necesitas más, que te mereces más.
Y claro, con tantos presuntos “requisitos” para ser un hombre exitoso y estar contento, no hay calendario ni cuenta bancaria que aguante.
Para luego activarse la siguiente dimensión de la matriz; como no tienes suficiente, eres un fracasado, ahora una víctima del sistema, volviéndote un tipo resentido, frágil y feminizado.
Vulnerable ante los iluminados digitales, que bueno, harán lo posible por sacarte al otro lado.
Porque habrás perdido tu dignidad y el reconocimiento de otros hombres para liderar tus negocios, hogar, manada e incluso tu habilidad masculina de conquistarte a ti mismo.
En cualquier caso, te quedas en la mitad del infierno, y no avanzas ni retrocedes, acabando con tu voluntad, valía, inteligencia y capacidad de volver a empezar como un hombre renovado.
Sumándote a la banda de los tipos mediocres, conformistas y cancelados, esperando que alguien se responsabilice por tu poca hombría, en este caso, quizá ninguna ayuda, mentoría o terapia te funcionará.
Me gusta este pensamiento; cuando estés atravesando el infierno, simplemente sigue adelante, no sea que te acostumbres.
O peor, siquiera seas consiente de que se pasa mal estando dentro, quemando tu presente y futuro, y con ellos cada uno de tus sueños.
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