Los hombres brillantes se centran en los detalles, los ordinarios también, el quid está en la selección.
Identificar las señales correctas es lo que marcará la diferencia entre ser un tipo disruptivo y uno mediocre.
Siempre te dicen que no te debe importar lo que digan los demás, aunque los mismos que te lo dicen, viven en función de la identidad colectiva de su entorno para encajar y ser aceptados.
Por eso, el lugar de omitir la retroalimentación de tus clientes, amigos, detractores y hasta familiares, es más importante diferenciar lo que importa de lo que no.
Si en los detalles está lo que te hace un hombre diferente; la palanca de tu progreso estará en tu capacidad de elegir para accionar asertivamente.
Entonces, antes de repeler, aprende a procesar y separar la información que te ayuda a avanzar.
Por ejemplo, tomarte a pecho un estímulo positivo de un familiar que te quiere, puede dañarte, porque aunque sea bien intencionado, carece de objetividad.
Así que en lugar de pajazos mentales, procura prestar atención a la información que te desafíe e incite al pensamiento anticipatorio.
Escarba lo que te aporta, lee entre líneas lo que tus clientes quieren decir cuando no les convence algo de tu solución.
En lugar de apasionarte con los comentarios «políticamente correctos», atiende los que rompen patrones.
Si preguntas sobre tu negocio, la gente hablará sobre sus creencias, y te dirán lo que esperas escuchar en ese contexto, por eso los estudios de mercado son tan poco efectivos.
Cuando separas el trigo de la paja, sabes cuáles mensajes guardan odio, envidia, frustración e ignorancia.
Piensa que la mayoría de lo que escuchas es irrelevante, tu reto como hombre inteligente está en usar tu atención selectiva para valorar lo que sí y actuar oportunamente en función de ello.
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