Más cosas, no te hacen un hombre nuevo, y tampoco vuelven bueno un mal proyecto.
A veces confundimos, o más bien atribuimos características de nuestros objetos a nosotros mismos; a una versión que queremos ser.
En otras palabras, es común pensar que cuando compras nueva ropa, un nuevo carro, un nuevo iPhone o cambias tu portátil, entonces estás en presencia de un nuevo tú.
Si bien en algunos casos (al contrario) funciona, lo que puede pasarte es que estés tratando de buscar una mejor versión de ti mismo a través del consumo hedónico.
El marketing de las grandes marcas siempre te venderá con la idea de que te mereces las cosas, de que serás un hombre exitoso con ellas, y sobre todo, que tu mejor versión iluminará cuando te compres ese nuevo juguete.
Porque si otros tipos «exitosos» lo tienen, por qué yo no puedo, yo también he trabajado mucho para ganármelo, ¿verdad?
No quiere decir, que no compres nada, la cuestión es que los nuevos objetos son mejores si tienen un significado funcional y amplificador.
Por ejemplo, deben hacerte un hombre más productivo porque potencian tus habilidades, mejoran la calidad de tu trabajo, o te permiten ayudar mejor a tus clientes.
Cuando el destello viene de adentro hacia afuera, los aparatos (nuevos o usados) serán un reflejo de tu mejor versión, nunca al contrario.
Recuerda, un nuevo artilugio, tampoco te vuelve un hombre más inteligente. Cuando empiezas un proyecto, el mejor juguete, será el que ya tienes.
Y si lo que quieres emprender precisa de un nuevo dispositivo, entonces el mejor será el que puedas permitirte y pagar ahora mismo.
De lo contrario, puede que ese proyecto asuma un costo inicial tan alto que se vuelva inviable, cuando hacerlo con lo que tienes puede volverte más creativo y rentable.
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