Es fácil hablar, librar batallas escondido y sentirte un hombre poderoso detrás de un avatar virtual.
Son gratificantes tus opiniones cuando otros las consideran «inteligentes», ¿a quién no le gusta lo que se siente después de exponer ideas brillantes?
Sin embargo, cuando tus palabras sobran, cuando tus pensamientos desafinan, cuando lo que piensas incomoda, ¿entonces?
Te llenas de falsas teorías, buscas apoyarte en aquel «pensador» que dijo algo rimbombante (sin entenderlo). Todo, por evitar la burla, por sentirte un hombre grande debajo de una armadura de papel reciclado.
Buscando al culpable
Muchas veces me pregunto; por qué es tan fácil culpar a otros y difícil asumir tu responsabilidad, y sé que hay mil explicaciones, la cuestión es que saberlo no le quita lo ligero a juzgar y lo penoso a admitir que la cagaste.
Y qué quizá estás equivocado en lo que piensas, y no porque vino otro a abrirte la mente, sino porque te tomaste el tiempo de estudiar, leer, investigar, contrastar los puntos y crear tu propio criterio.
Vivimos tiempos complejos (¿y cuándo no?), en cada mensaje se cuestiona tu masculinidad, en cada reto tu inteligencia, en cada declaración tu derecho a ser diferente, y aún así, ¡¿te derrotan con un meme?!
Pase lo que pase, vulneren los derechos de quien sea, se roben lo que sea, abusen de lo inimaginable e incluso, supriman al más débil, vivimos en el mejor momento de toda nuestra historia reciente.
Y te sientes indignado simplemente porque no validan tu modo de pensar, y conviertes a cualquiera que piense distinto en tu enemigo.
¿Has cuestionado tu mentalidad?, ¿has estudiado a fondo porque piensas así?, o mejor, ¿alguna vez has buscado empatizar con ese «nuevo» peor enemigo?
Seguro que no, y te diré porqué; entender al otro implica bajar la guardia, y sin resistencia estás vencido, y eso va directo a tu ego de hombre indestructible.
Abandonando el juego
Sabes que navego poco por las redes, por no decir que nada. Y no lo hago no porque me crea más que otros, sino porque me contaminan, arrasan con mi energía y entorpecen mi camino hacia el hombre que quiero ser.
Sin embargo, es imposible ignorar los mensajes que me envían, los perfiles de algunos simpatizantes, y por qué no, alguna ovación para animarme.
Ahora, lo que más veo es odio, resentimiento, hombres culpando a otros hombres de su desgracia, niños frágiles peleando por todo como si de un dulce se tratara, intolerancia, un montón de tipos ofendidos por lo que sea.
Y me pregunto; ¿todo eso por andar buscando aprobación, atención y engrandecer ideas relativas?
Si no me apruebas te odio, y si no me alabas deberías desaparecer, porque si no piensas como yo, estás equivocado y debes ser eliminado, ¿de eso se trata el juego?
Pues yo no juego, y te invito a dimitir de este círculo vicioso que te resta, y te impide prestar atención a lo que debes prestar atención.
La complejidad real
Es cómodo buscar un culpable afuera, es fácil evitar tu responsabilidad, es automático pensar que de alguien más es la versión equivocada.
Para entonces, sentirte bien, restablecido y más hombre, porque tu ego ha pasado intacto al escrutinio; tu propia y conveniente comprobación.
Lo complejo, es aceptar que eres un hombre mediocre, que no puedes con tus decisiones, que siempre requieres de validación para dar el siguiente paso porque no confías en ti mismo.
Es difícil mover el culo sin ayuda, ¿verdad? Solo que de eso se trata autogestionarte. Si no puedes contigo, menos podrás ayudar a otros.
Voltea la tortilla
Entonces, deja el drama, levanta y revela tu cara, mira alto, muestra con hechos el machito que “supuestamente” eres y toma las riendas de tu marca personal para intentar cambiar las cosas aportando valor.
El día que tengas los cojones de gestionarte a ti mismo, de subir tu nivel, de romper esquemas, solo entonces, emite un dictamen, porque en ese momento habrás revelado a tu verdadero enemigo, ¡tu propia y frágil mentalidad!
Te ofendes porque eres negro, te ofendes porque eres gordo, por latino, por gay, porque no tienes suficiente o por cualquier etiqueta que tu mismo te autoimpones para ser una víctima de una sociedad que te la ha puesto más fácil que nunca.
Ahh, y si eres un hombre blanco de clase media también te ofendes porque todos los anteriores te odian y consideran «privilegiado», ¡qué juego tan estúpido! Al final, todos frágiles y ofendidos.
Y si mi mensaje también te ofende puedes desecharlo. En este punto habrás deducido que «tu verdadero enemigo» eres tú mismo, porque en tu modo de pensar está cómo asimilas y respondes ante los desafíos.
Por eso, no te quedes restando y valorando lo que no te suma; quizá cuando voltees la tortilla por el lado correcto, ya esté quemada.
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