La búsqueda incesante de lo que no tienes y el deseo de algo nuevo te vuelven un hombre ocupado.
En esta cacería contemporánea del consumo, la información y la inmediatez; te aburres por lo que no puedes y te justificas por lo que eres.
Ante los críticos; un hombre mediocre, común, con mañas, gustos y rutinas que crees inamovibles, porque así están en tu mente y ya.
Al final, en esa exploración (o divagación) de lo que ni sabes que buscas, se te va el tiempo y cuando despiertas, es muy tarde para retroceder el reloj.
Solo te queda la frustración y auto flagelación por haber sido un títere del marketing, de los algoritmos y de la comodidad de la que te creíste merecedor, porque trabajas mucho, ¿verdad?
Es el mensaje comercial genial, para que retribuyas tu dinero a la sociedad gastando en lo que tampoco necesitas.
Todo se trata de tiempo y dinero, siempre lo pierdes y siempre puedes haberlo invertido mejor.
Por eso, vives esperando la siguiente temporada, la próxima estación, la parada que sigue, y dejas de aprovechar la sesión actual, tu tiempo presente.
El problema del presente
Si hasta aquí crees que esto no es para ti, no mires para los lados, todos entramos en este saco, unos más ajustados que otros.
Llámalo un virus de nuestra generación, la decadencia del hombre de la mediana edad, como sea, sabes más visualizar el futuro que ejecutar estratégicamente en presente.
Recuerdo esas clases aburridas de estrategias empresariales en donde te enseñaban a proyectar todo a diez o veinte años, ¡qué ridiculez!
¿Acaso sabemos qué pasará en siquiera cinco años? Ni tu ni yo somos el profeta de nuestro entorno, y aún así cada paso que das lo haces pensando en el futuro, eso sí, con una retribución inmediata.
Bien sea con ocio, desperdiciando tu energía, porque mañana ya veremos, y todo quizá, ¿por seguir un guion que no diseñaste tú?
Si te detienes un momento, podrás ver que con el pasado no puedes hacer nada más que aprovechar tu experiencia y del futuro sabes nada, entonces, por descarte solo te queda el presente.
Sin embargo, en vez de invertirlo en lo que realmente importa y tiene significado, lo desperdicias jugando al hombre promedio y dejándote llevar por lo «normal».
Porque si todos lo hacen estará bien, ¿o no? Lo que no prevés es si quieres lo mismo que esos demás, si es así, a quién le importa que nunca tengas tiempo.
El problema de la productividad
Ahora, confieso que me aburre esta muletilla del rendimiento y la productividad, que si no aprovechas cada segundo eres un inútil, y entonces te sientes culpable hasta por haber nacido.
No se trata de volverte un esclavo de la producción, liberarte del yugo del tiempo, es tomar el control, no dejar el manejo de tu tiempo a los demás.
Sean llamadas, chats, publicaciones estúpidas en redes, series, noticias, interrupciones constantes; la libertad se trata de poder elegir a conciencia (te guste o no) lo que haces ahora, lo que harás mañana y pasado.
Aunque te parezca tonto, para dejar de ser esclavo del tiempo, debes ser tú quien lo controle, de lo contrario, alguien más lo manejará por ti.
Y entonces, habrás terminado tu día, semana, mes e incluso año, sin saber lo que hiciste y por qué lo hiciste.
Para darte contentillo, querrás cuantificar tu cagada contando los números en tus cuentas, o las cosas que compraste para hacerte un pajazo mental creyéndote que si creciste, te divertiste, despilfarraste y alardeaste todo estuvo bien.
Entonces, no solo habrás sido un esclavo del tiempo (ahora perdido), sino un imbécil, por creer que el verdadero valor de un hombre está en si fuiste el que más gastó.
El problema con el manejo del tiempo
A menudo, me encuentro con un reto común, si preguntas a cualquier hombre si es productivo te dirá que no.
Si pides una lista de sus frustraciones, proyectos e ideas inconclusas te darán una lista enorme que no alcanzarías a ejecutar ni en veinte años.
Sin embargo, cuando ves las actividades ejecutadas la semana o el mes pasado, curiosamente no hubo ni una sola tarea relacionada con sus proyectos.
Entonces, ¿cuál es el problema?, si sabemos lo que queremos y hasta lo que debemos hacer cada día para lograrlo, ¿por qué coño no actuamos?
En mi opinión, y suena ilógico siendo mi campo, el problema comienza por el marketing, este bombardeo constante de hacerte creer que te mereces todo, y que lo necesitas ya, hace que se te olvide que para progresar hay que sudar.
Los hombres brillantes se comprometen con el recorrido, no con el resultado. Si tan solo dejaras de preguntarte qué quieres tener y te centraras en el estilo de vida que quieres llevar, entonces la cuestión cambiaría.
¿Qué hacen los hombres brillantes?
Pocos hombres aman el recorrido, todos creen que los resultados son fáciles, y si tú los tienes es porque fuiste un afortunado y no porque te jodiste para lograrlos.
Por otra parte, y no menos importante que la mentalidad, está en los hábitos, si tienes unos hábitos pobres, no solo tendrás una vida miserable, sino que harás la de los que te rodean igual.
Ahora, con los hábitos pasa lo mismo que con la inversión del tiempo, ¿qué es bueno?, ¿qué es significativo e importante?
La fórmula es fácil; si tus hábitos te ayudan a conseguir tus objetivos son buenos, de lo contrario son una mierda.
Renzo D’Angelo
Entonces, si sabes el estilo de vida que quieres, si te comprometes con el recorrido, y estás dispuesto a dejarte sorprender por el resultado, entonces sabrás lo que te acerca o te aleja de tu misión imposible.
Imagina que tu día tiene solo ocho horas, ¿qué estarías haciendo ahora mismo?, ¿a qué dirías que no?
Recuerda, que para ser un hombre libre y controlar tu tiempo, decir «no» a lo inútil te dejará el espacio para decir «sí» a lo que realmente quieres para ti y para los que te acompañan en tu viaje, ¿qué esperas para comenzar?
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